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martes, 17 de noviembre de 2009

LA VISITA DE LA ABUELA por Ximena H. (primaria)


La visita de la abuela por Ximena Hernández Torres



Le pedí que regresara cuando fue al otro mundo. Vino a visitarnos aunque la verdad, yo nunca creí que cumpliera su promesa. Era de noche, y ya estábamos acostados. Creo que sólo yo la oía. Entró a la casa suavecito, como siempre lo hacía. Pero yo me levanté de la cama y me asomé por la puerta del cuarto. Supe que era ella por su perfume, uno dulce, como de flores, que ella usó desde que era jovencita, porque mi abuela es muy coqueta y aunque es viejecita, se pone perfume.
Volví a la cama y me quedé ahí, sin atreverme a salir. Tenía miedo. La escuché recorrer la casa. Pasó por la sala y el comedor, enderezando algunos adornos, como siempre lo hacía. Moviendo un poco las sillas. Tarareando por lo bajo, con su vocecita gastada, una antigua canción que le gustaba mucho porque era la melodía que había bailado con el abuelo cuando se casaron, hace como sesenta mil años. Se detuvo al pie de las escaleras y dudó un poco en subir. Siempre se había quejado de que esos escalones eran muy altos para ella. Imaginé su mano, de dedos retorcidos por la artritis, apoyándose en el barandal.

Comenzó a ascender por la escalera, lentamente, con mucho esfuerzo, respirando pesadamente. Yo podía escuchar sus pies que se arrastraban de un peldaño a otro. No me atrevía a moverme ¿Y si venía a mi cuarto? Claro que venía a mi cuarto. Escuché cómo se acercaba. Se detuvo unos momentos como para tomar aire, y siguió adelante por el pasillo. Se paró en el umbral puerta. El olor del perfume de flores era ahora mucho más fuerte, casi mareaba. Yo apreté mucho los ojos, no quería mirar.
Mi abuela entró a mi cuarto y se aproximó a mi cama. Yo me hundí entre las cobijas. Y sentí perfectamente cómo apartaba suavemente el cobertor y encontraba mi cabeza. Me tocó la cara y me estremecí. Su mano estaba fría, muy fría. Después me revolvió el peló, como siempre lo había hecho desde que yo era pequeña.
Su mano se retiró y volvió a acomodar las cobijas. Salió de mi habitación y el aroma de su perfume se debilitó, pero quedó un poco suspendido en el aire. Mi abuela pasó por el cuarto de mis papás, se detuvo ahí un segundo y luego se alejó por el pasillo… (Continuará)