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martes, 20 de septiembre de 2011

Trabalenguas de cuarto de primaria


La tijerilla brilla de noche y de día porque es una pilla como una ardilla.
El correcaminos corre por el ferrocarril, por el ferrocarril corre el correcaminos.
En el lago vagabundo va un vago tragando un pez.
Un pez tragando va un vago vagabundo en el lago.


Paco Picotazo dio un picotazo a Pico Picoteado. Pico Picoteado devolvió el picotazo a Paco Picotazo quien cayó con un pico picoteado. Pico picoteado cayó con Paco Picotazo.
Si tu gusto no gusta del gusto que gusta mi gusto qué disgusto se lleva mi gusto al saber no gusta del gusto que gusta mi gusto.

Diego Arrazola Beltrán



Estaba dormido aquel sujeto que apenas y se reconocía entre las sábanas revueltas, el olor a sudor revelaba una noche intensa. Llena de pesadillas. En su buró yacían cuatro frascos diferentes con medicina dos tenían una etiqueta que decía “día” y los otros decían “noche” , acompañados de una botella de agua. El hombre al despertar, automáticamente, con destreza, se llevó dos pastillas de un frasco a la boca, después se llevó otra pastilla de otro frasco a la boca y por último, sorbió un gran trago de agua con esfuerzo. Se levantó y se vio al espejo musitando el día, mes y año en que se encontraba. Al llegar a la Empacadora Lagardere, donde trabajaba, le extrañó la presencia de cinco Renault Scenic pertenecientes a la Policía de Mónaco estacionados. Se estaba investigando el homicidio del subgerente encargado de la empacadora. “¡Señor Paul! ¡Señor Paul! ¿Me permite unas palabras con usted?” Así lo recibió un oficial en el preciso momento que cruzó la puerta que daba hacia los vestidores. Era él uno de los principales sospechosos. (Paul odiaba su trabajo, era tedioso, no tragaba a sus compañeros y le pagaban mal. Lástima que debido a sus problemas de salud tenía limitado su campo laboral.) Todos los trabajadores sospechaban de él, fruto de su antipatía y aislamiento.
La seguridad en Mónaco es algo serio, incluso, es sorprendente la ausencia de corrupción. Paul no se mostró más amable de lo que era con sus compañeros y con la gente en general, causó una impresión dudosa de su inocencia. Mientras le hacían preguntas por más de una hora, a un kilómetro de ahí, registraban su casa para buscar alguna pista que lo relacionara con el homicidio. Era el primer día de trabajo de uno de los investigadores, su inexperiencia resultaría fatal para Paul. En si, la casa era pequeña y estaba muy pobremente amueblada, esto hablaba de un hombre vacío. El detective nuevo, Jean, acompañado de Angélique que ya llevaba cinco años como detective, registraron la casa, empezaron por la sala y sólo encontraron un sillón maltratado y una mesa con un cenicero con una montaña de cigarros que no habían sido fumados enteros, la mayoría llegaba a la mitad. En la cocina encontraron recetas de medicamentos por todos lados, eran medicamentos, sin duda, nada comerciales. “Este hombre tiene un problema de salud, y es fuerte” le dijo a Jean mientras éste se acordaba de que tenía que usar guantes para investigar. Angélique encontró una pistola de alto calibre guardada en uno de los compartimientos de la cocina, “Tenemos un posible culpable” comentó. Subieron las escaleras, Angélique recibió una llamada a su teléfono móvil, en lo que tomaba la llamada, Jean decidió que lo mejor sería buscar pistas en el cuarto de Paul, se sentó en la cama destendida y vio a su alrededor “¿En qué momento pensé que ser detective sería divertido?” pensó. Jean notó los frascos medicinales en el buró, los abrió y examinó minuciosamente las pastillas, eran todas iguales, no notaba la diferencia entre un medicamento y otro… “¡Jean, ya encontraron al culpable, nuestro trabajo aquí terminó!” El susto del grito hizo que se cayeran los medicamentos que sostenía,” Sí, en seguida bajo…” dijo mientras intentaba acomodar las pastillas en su frasco correspondiente, pero en realidad sólo fracasó en el intento, guardó las pastillas sin importar el frasco en el que pertenecían.
“Disculpe las molestias Señor Paul” decía el oficial mientras Paul se alejaba murmurando algo que no se le entendía. Se dio un anuncio en la empacadora de que se había encontrado al culpable, se les pidió a todos que regresaran a su trabajo y que no dejaran que el incidente afectara a su rendimiento. Al final del día otro aviso se les dijo: “Como bien saben, cada año se eligen siete trabajadores al azar para que asistan a la fiesta anual de la Empacadora Lagardere que se llevará a cabo mañana en el Casino de Montecarlo, en breve daremos los números de matrícula de los ganadores” A Paul no le interesaba en lo más mínimo, no le gustaban los lugares con mucha gente. A la hora de registrar su hora de salida la administradora reconoció su nombre y le preguntó si estaba feliz por ser uno de los elegidos a ir a la fiesta anual. Paul no contestó, sólo gruñó y regresó a su casa.
Dos días después entraba Angélique a la casa de Paul, había uniformados por todos lados, en el piso de la cocina Paul yacía muerto con un charco de sangre a su lado, se encontraba la misma pistola que Angélique había encontrado en el compartimiento de la cocina en su mano “Oficial, ¿cuáles son los hechos?” Le preguntó a su subordinado. “Paul Baptiste Candau, 39 años, el olor notificó su presencia al perro del vecino, según balística y los forenses, se disparó al anochecer, llevaba una bolsa del Casino de Montecarlo con ganancias de hasta un millón, sus compañeros de trabajo aseguran que nunca lo habían visto actuar de forma tan extraña, durante la jornada de trabajo estaba todo alterado, uno comentó que le extrañó que al ver cómo uno de sus superiores lo felicitaba por su energético trabajo, Paul reaccionó de manera violenta como si lo hubieran regañado… ” Fue noticia en todos los medios, “Hombre sale millonario del casino y se suicida al llegar a su casa” titular del periódico. A Angélique le obsesionaba la idea, no podía entenderlo. Investigó el expediente médico de Paul, se llevó una sorpresa cuando vio que a la edad de 25 había sufrido un fuerte trauma en un accidente en donde su esposa falleció, él sobrevivió pero con una fuerte conmoción en el cerebro que hizo que confundiera lo bueno con lo malo, una operación mental muy importante. Se le había recetado varios medicamentos muy fuertes, al leer sus nombres los reconoció de cuando fue por primera vez a su casa y vio las recetas en la cocina. Pidió que le hicieran una autopsia pero se rechazó su pedido puesto a que todo indicaba que se había suicidado, no había nada que averiguar. Ella seguía recordando lo que dijo el oficial en el reporte, que Paul se había ofendido cuando lo felicitaron, algo tenía que ver con su trauma. Angélique al día siguiente mientras le platicaba a otro detective de lo que había averiguado, el detective con sus instintos sugirió que podría haber pasado que Paul se hubiera equivocado de medicamento, Angélique negó su hipótesis, “un hombre con medicamentos tan fuerte no suele equivocarse” dijo. “A menos que alguien lo haya cambiado” sugirió el otro detective. “Eso es imposible, la única persona que estuvo en su cuarto fue mi compañero cuando lo registró…” “¡Perdón!” exclamó Jean, tirando el café que traía en su mano al sentarse en la misma mesa en donde estaban los dos detectives “Siempre he sido torpe con la manos…” Agregó el mismo Jean. Angélique volteó a verlo con asombro.

Natalie


El sonido de una ficha contra la mesa, un golpe seco. ¡Pum! Se escuchó el eco. El sonido de los dados. El sabor de una pérdida y una victoria. Pérdida. Aún la podía oler, aún la sentía entre sus brazos; parecía que tan sólo había sido ayer cuando se fue. ¿O si había sido ayer? Parecía que había pasado una eternidad sin ella. Disculpe señor, ¿sube la apuesta? Una carcajada. Sí, duplíquela, es más, cuadruplíquela. Claro que si señor, como usted desee. El sonido de la ruleta, el tintineo de unos vasos, un grito de emoción de alguien. ¡Ganó la ronda señor! ¡Ganó la ronda! ¿Disculpe? ¿Se retira o vuelve a apostar? ¿Cuánto gané? Trescientos mil dólares. La sorpresa. Una parte de él quiere retirarse, todo lo que podría hacer con ese dinero. Un viaje, un coche, ropa, una casa. La última vez que la abrazó. ¿Dónde estaba ella ahora? No importaba. Ella dijo que se iba para no volver y él le creía todo. Apuéstelo todo. P-pero señor, ¿si? Es mucho dinero, no es mi deber decirle esto, pero...ya lo sé muchacho. Ya lo sé; apuéstelo todo. Lo que él no sabía es que yo me estaba jugando mis penas y el olvido; a ver si de suerte las perdía entre apuesta y apuesta. El último te quiero se había tornado en humano, en un adiós mudo. Los gritos, los aplausos, los gestos de sorpresa. ¡Ganó! ¡Ganó! ¿Disculpe? ¡El pote es suyo, todo es de usted! Perdone, ¿cuánto era? ¡Un millón, señor! ¡Un millón! ¿Había escuchado bien? Estalló en carcajadas, primero nerviosas, y después de euforia, una carcajada real. Hacía mucho que no se sentía así. Por un momento se le había olvidado todo. Se sintió normal y por hacía días que no se sentía así, rodeado de gente y no en un cuarto abandonado, alejado de todo mundo, solo. Me retiro, se dijo. El sonido ahogado de los aplausos, el regreso del recuerdo. Un paso, su olor. Otro paso, sus abrazos. Otro paso, sus besos. Otro paso, su risa. Ya vislumbraba su calle, aunque se sentía caminar sobre arenas movedizas. Abre la puerta, el peso del dinero sobre sus manos. Todo lo que podría hacer con él, y nada con una cama vacía. La nota: me voy para nunca regresar. Él haría lo mismo. La felicidad no es nada sino se comparte. Un baúl de dinero lleno, y un frasco de pastillas vacío.

Anatomía de un Espíritu



Un muerto en vida o una vida en muerte, como lo quieras ver, de todas formas seguirá siendo lo que es: un alma en pena.
Cualquiera que haya sido el motivo de su condena: un robo, tráfico de armas, un asalto, en este caso: una mentira que lo llevó a su propia muerte, a no poder soportar la realidad.
Por eso, esta alma que asemeja un espejo de humo color verde, en el que se reflejan las mentiras, debe pagar su condena vagando solitariamente por las calles de la ciudad, viendo cómo se reflejan en él cientos de mentiras que día a día los citadinos dicen.
Este ser que no es y que sin embargo está, camina sin rumbo con una carga de impotencia al no poder hacer que la gente se aleje de sus mentiras, que poco a poco les va destrozando la vida, tal y como le pasó a él.
Ahora, este ser debe buscar una mentira en una persona o mejor dicho, una persona en una mentira, que amenace su existencia para así, utilizando todos los medios posibles, salvar la que pudo haber sido su vida.
----Marilu Peña----

La corta vida de una burbuja


Jorge Mariano 30/08/2011

Nace a través de un improvisado y rápido movimiento, que proviene de la imperiosa fuerza del soplo del aire. A comparación de los humanos la burbuja crece lo que necesita crecer en tan solo unos segundos, y no cambiará de tamaño ni de forma hasta su muerte.
Tras haber nacido, la burbuja flota a través del viento y recorre el camino que éste le indica.
En su interior existe aquella fuerza del aire que alguna vez le dio vida, mezclada con la sustancia espumosa que le da consistencia a su forma.
Ya habiendo recorrido hasta lo más alto que su forma le permite, la burbuja explota y todo aquello que alguna vez la creó, se vuelve una parte más de todo aquello que nos rodea.

jueves, 15 de septiembre de 2011

El Muerto de Monte Carlo de Gerardo Saldaña

Noche memorable para este señor, se hospeda en un lujoso hotel casino Monte Carlo, parece estar algo aburrido y de repente surge la idea, ¿por qué no apostar mi dinero?, da igual si lo apuesto en un casino de alta sociedad o en acciones, con la crisis como está, capaz que se gana más en el casino que en la bolsa. Retira la modesta cantidad de cincuenta mil euros, para empezar, llega a la mesa, comienza la fiesta.
No se habla de nada más en todo el casino, desde la suite presidencial hasta la cocina se habla de lo mismo, un hombre acaba de desfalcar al banco, ganó un millón de euros, ¿Cómo le hizo? ¿Qué hizo?, los gerentes están encolerizados, los clientes, maravillados, el señor, devastado.
Con un millón de euros en las bolsas del pantalón, la camisa y el saco le pesan demasiado, el señor salta, cae, cae inexorablemente, la gravedad no está de su lado aquella noche, la aceleración gravitacional lo acerca a velocidades alarmantes, se escucha un golpe seco en el patio del casino, mujeres gritan y huyen despavoridas del macabro espectáculo, un hombre con un millón de euros recién ganados al casino se acaba de suicidar saltando de la azotea, doce pisos sobre el suelo, vuelan billetes, otros se quedan pegados a una sustancia rojiza que sale de lugares que no deberían de sangrar en su cuerpo.
Pasa la conmoción inicial y las mentes fantaseosas dicen que lo empujó el mismo crupier con el que estuvo jugando toda la noche, las más analíticas sugieren que estaba borracho y resbaló.
Todos sugieren, indican, suponen, pero nadie sabe qué sucedió. Hay que volver al inicio de los hechos para saber qué sucedió con el hombre del millón de euros que se suicidó del casino el mismo día en que los ganó.
Llega el señor al banco del casino y retira cincuenta mil euros en billetes de cien euros, se dirige a una mesa aleatoria y pide permiso para sentarse, se lo dan, comienza el juego, blackjack, su preferido.
Primera mano, Rey y As, ¡21! Gana quince fichas amarillas, parece ser que son las mejores porque ningún otro jugador las gana, sus compañeros de mesa lo miran recelosos mientras ponderan la posibilidad de retirarse de la mesa.
Al parecer aquella será una noche larga y divertida, tal vez se acerque a aquella modelo despampanante del vestido rojo que comienza a dirigirle miradas de una inocencia cargada de intención. Pide un Martini seco, con rodajas de limón y dos aceitunas, no importa la mezcla. La casa no tiene suerte, el crupier se pasa, todos ganan.
Doble As, duplica, recibe un diez y una Reina, doble 21 Blackjack, ya nadie juega, sólo observa para intentar aprender de quien parece ser un maestro del Blackjack, el señor pide champagne e invita con un gesto amistoso a aquella mujer, brindan con una copa que derrama la más cara champagne que tienen en el casino, primera carta, ocho, pide otra, dos, pide otra, As, tercer 21 Blackjack al hilo, nadie sabe qué hacer o qué pensar, los gerentes no pueden llevárselo por el gentío a su alrededor y el crupier no puede dejarle de dar cartas, si el jugador paga, juega, el señor se está volviendo algo vanidoso, despide con un ademán condescendiente a la muchacha quien se va algo ofendida, ¿qué importa? Al final de la noche podrá tener a la mujer que quiera en todo el hotel.
Ya está cansado el señor y quiere una última mano, una mano memorable, que nadie en ese lugar olvidará, dice la frase de la gloria, o la perdición; ¡all in!, un murmullo ansioso recorre la sala, el crupier suda como vaca en el matadero, los gerentes no sudan, sólo imploran a los dioses que ese hombre no se lleve lo que podría llevarse: un millón de euros en una sola mano.
El crupier entrega las cartas, la casa tiene en suma 15, el señor un dos a la vista, un tres por debajo, la casa pide otra carta, 5, se planta en 20, el señor comienza a pensar si cometió la decisión equivocada, pide otra carta, 3, suma 8, pide otra carta, Joto, 18, no hay otra manera, es o todo o nada, pide otra, el crupier saca la carta, la voltea, As, suman 19, la casa sigue ganando, todo o nada, otra, ya todos saben que el señor acaba de perder su pequeña fortuna, el crupier está algo más relajado, saca la carta, intenta lucirse con un truco pero se le cae la carta de la mesa, la carta se quema pero todos ven que era un 7, un crupier acaba de perder su empleo, saca otra carta confiando en el destino ya no su empleo sino la estabilidad económica del casino, voltea la carta, 2, el señor gana con 21, gritos por todos lados, alegría por doquier, en las entrañas del edificio alguien sentado detrás de una pantalla de vigilancia se retuerce las manos, el señor ha ganado un millón de euros, se dirige con seriedad y dignidad a la caja y pide que le cambien esa montaña de fichas, la cajera no tiene opción, tiene que agregar 45 euros de su cartera pues en su caja no hay dinero suficiente.
El señor sube a su cuarto, todos festejan, las finas damas van a la alberca a nadar y celebrar, los recatados caballeros deciden pedir las mejores bebidas alcohólicas, hoy ha sido una noche para el cajón de los recuerdos.
La fiesta comienza en el suelo, pero en el techo hay un señor que mira el cielo, nadie sabe qué busca, tal vez una estrella, o sólo un poco de aire, pero el señor busca algo que nadie le puede dar, quiere llegar al cielo, un millón de euros en la bolsa no te acercan más al cielo que tener dos rupias, sólo hay una forma de llegar al cielo, y esa forma es, irónicamente, ir hacia abajo a la suficiente velocidad para que la potencia del choque reviente los órganos internos, sólo de esa manera llegará a dónde quiere llegar, sube un pie sobre la barandilla, se impulsa, sube el otro pie, ve al cielo y comienza a dejarse ir, ¡Pero un momento! Ve junto a él a la dama de rojo, para su impulso al vacío y cae en el piso de la azotea, la mujer está mirándolo ya sin el gesto amistoso con el que lo veía en la sala, simplemente lo mira con ojos sin mirada, intenciones ocultas, el señor se para, la va a saludar, el cuerpo esbelto y voluptuoso de la mujer se mueve a una velocidad insospechada, el señor está aprisionado en unos delgados brazos que tienen más fuerzas de las que aparentan, cede un paso, cede otro paso, está muy cerca de la barandilla, más cerca de lo que le gustaría estar, ya no quiere llegar al cielo, sólo piensa en librarse de esa mujer, otro paso, están recargados en el barandal, ya el hombre comienza a orar por su alma aunque nunca fue muy religioso, la mujer para en su avance, lo mira, y entonces sucede.
Fue un beso largo y apasionado, el señor se deja llevar por el momento, comienza a aflojar su cuerpo preparándose para el acto que se ve en el horizonte, ya no ofrece resistencia, la mujer sigue besándolo, de pronto, para el momento de pasión y los brazos que momentos antes lo tocaban con pasión ahora lo empujan con la energía de un toro embravecido, ya no hay qué o quién pueda pararlo, cae, y lo último que ve es un rostro familiar alegre, sonriendo, riendo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

La vida de una burbuja

“Corta vida”
En una mañana soleada, cerca de la costa de un mar michoacano, quiso nacer una burbuja. Dio indicios de su acontecer, o mejor dicho, de su surgir, con unos temblores sublimes y espontáneos, en el fondo arenoso de una zona cuya periferia se delimitaba por coloridos corales amorfos, en medio del agua azul. Bien situado, el lugar elegido, a una profundidad conveniente, no lejos de la llana superficie por la que sólo se divisaba un pescador.
Tomó fuerza del subterráneo, acumulando energías de la materia inerte que se había acomodado perezosamente. Como abriéndose paso entre cada grano de arena, a desconsiderados empujones, salió disparado el cuerpo acuoso contenedor de un vacío pequeño en tamaño y redondo como una bola de billar .luego disminuyó su velocidad, porque a pesar de ser divertido su impulso magistral, era consciente –ella- de no tener dibujada ninguna línea indicadora de larga vida, como las palmas de los ancianos.
Así vagó un rato a través de la leve corriente marina, feliz por haber nacido y por existir. Bailaba alegremente ya cerca del final del trecho entre fondo y superficie, expectante por cómo se iba a sentir, si dolería, si qué, cuando un pez globo decidió (por puro instinto animal y no por voluntad inmoral) pasar exactamente por el mismo sitio donde la burbuja se encontraba en ese preciso instante, y sin verla, con un mínimo contacto, hasta sutil, la sorprendió centímetros antes de descubrir el final.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Anatomía de un espíritu

Caminé por la calle colindante a su casa con la mirada cabizbaja. Nada importaba ya. Lo que alguna vez fue seguro ahora era incierto, y se sentía caminar sobre arenas movedizas. ¡Cuánto habían cambiado las cosas! Quien alguna vez fue alto, moreno, con un semblante sereno y una mirada sincera, ahora era alguien que caminaba sin rastro de seguridad, flaco y con la mirada perdida. -Jamás le dije que la quería- pensó para sus adentros -y la perdí- continuó diciendo. Se repetía para sí mismo "idiota, idiota, idiota" mientras caminaba por el muelle donde dijeron adiós. Si tan sólo hubiera sabido que no la volvería a ver, que no la volvería a tocar, que no la volvería a besar... hubiera hecho las cosas diferente. No se sentiría así. Se hubiera podido ir en paz y no estaría atorada en este enjambre, en este infierno, en esta pesadilla sin ella. Donde el castigo más grande no era verla por la ventana de su casa todas las mañanas y todas las noches mientras ella recogía los pedazos de su vida y los volvía a armar. Tampoco era recostarse junto a ella en su cama y verla dormir, ni seguirla por toda la ciudad todos los días; sino compartir un mundo y nada a la vez, estar con ella sin estarlo. Él estaba con ella, pero ella no sabía que estaba ahí. Ella ya había partido.
-Si tan sólo le hubiera dicho que la quería- pensó. -Te amo- susurró. Un susurro que ni el viento llegó a escuchar.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Anatomía de un espíritu por María M.

Rondando las calles desiertas de noche, llorando y gritando de desesperación, se encuentra un alma en pena, atormentada, deprimida y maniática, que ha tomado un tono pálido, su espíritu no puede brillar, su transparencia es muy notable, su vestimenta primorosa y elegante, su peinado perfecto y sus ojos hinchados le lágrimas.
Atada al mundo terrenal, el alma perdida pena enormemente haber perdido su sentido de dirección. Su pena, su pesar más grande, un defecto muy pequeño que ahora se da cuenta fue el más grande de sus errores…
El alma murió siendo completamente ignorante de la geografía, no le importaba su falta de sentido de dirección, se valía de mapas y precisas instrucciones, de personas y hasta de lazarillos, para ubicarse. Ahora la pobre alma pena mientras busca- sin saber si quiera dónde está- otra alma perdida que le pueda, amablemente, señalar la dirección.