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jueves, 5 de mayo de 2011

El lado oscuro del corazón, la delegada línea entre fantasía y realidad.


Paulina Beltrán

Hay veces que dentro de nuestra realidad, estamos sumidos en fantasía, otros momentos en que desde la fantasía alcanzamos un realidad. En la película “El lado oscuro del corazón”, encontramos una referencia concreta para esta difusa, hasta inexistente línea entre lo que vivimos y lo que creamos, lo que vivimos como fantasía o creamos como realidad. Lo que vivimos en realidad mientras creamos fantasías.
Desde la primera escena de la película argentina, podemos observar estos contrastes entre fantasía y realidad. Una cama común con una pareja, él recitándole poemas a ella. Una cama que deja caer a uno de los amantes al abismo, cuando el otro presiona un botón.
Digamos que a los latinoamericanos nos gusta entrelazar la magia con la realidad, la fantasía con aquello que nos hace poner los pies en la tierra. Lo vemos generalmente en la literatura, arrojándonos nuestros pensamientos al instante a Cien años de Soledad o algún cuento de Cortázar, sin embargo, en esta película también lo vemos de principio a fin y la línea es tan delgada que se van mezclando realidad con fantasía hasta que ya no es posible distinguir la una sin la otra, en el Buenos Aires de Oliverio al igual que en el Macondo de los Buendía o en las Noches Boca Arriba.
Ahora, digamos que no es sólo a los latinoamericanos a los que nos gusta hacer esta mezcla, ya que podemos reconocer,esta intercalación entre lo que es certero y lo que es imaginación; en las famosas leyendas griegas, en los mitos más antiguos y también en el simple comentario de un pequeño niño. Como Arturo UslárPrieti nos dice en “El cuento venezolano” El realismo mágico es “una adivinación poética o una negación poética de la realidad” Y la poesía es una cualidad intrínseca del ser humano.
Y tomando la poesía retornemos al filme que nos atañe. A través de la imaginación del poeta Oliverio, que es profundo y distante, en esta película podemos experimentar un mundo que existe en medio de la fantasía y la realidad. El ejemplo más claro: Su terminante rechazo a las mujeres que “no pueden volar”. Su amor por Ana que vuela.
Como dijimos, en al primera escena es fácil distinguir entre la realidad y la fantasía, pero a lo largo de la película, como en Pedro Páramo, se vuelve más complicado distinguir aquello que es fantástico de lo que puede considerarse como real. Porque así como es algo heterogéneo al principio, pronto la mezcla se transforma en algo homogéneo donde es imposible separara la fantasía de la realidad.
En el lado oscuro del corazón, posiblemente para Oliverio Ana es mágica, es un sueño, mientras que para Ana, el poeta enamorado es sólo un cliente más, una cotidiana realidad. Y esta también la mujer que constantemente camina con el poeta representando la muerte siempre presente y al asecho.
La poesía es en la película y en la vida, como la perfecta licuadora que acaba con destruir la separación entre lo real y lo fantástico, porque es a través de los versos de Mario Bendetti, Oliverio Girondo o inclusive los de Fito Paéz y Mario Clavel, tejidos hábilmente dentro de la trama de la película por Eliseo Subiela e inclusive el mismo Bendetti ; que el espectador como un simple lector del realismo mágico de Borges, se pierde y se arrulla entre escenas que dejan de ser surrealistas para volverse completamente posibles.
Es la poesía el elemento que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo y en la poesía esa barrera no se encuentra. A lo mejor no es sólo en las películas o en los libros que nos perdemos entre esa frágil línea de lo existente y nuestras quimeras, sino también en lo cotidiano. A menudo confundimos nuestros deseos, sueños, ilusiones y fantasías con certeza, existencias reales y verídicas. Aunque, ¿A caso nuestras fantasías no son reales? ¿Nuestras realidades no rayan en lo fantástico?
Y es que vivimos en un mundo donde la realidad y la fantasía son normales. Tan normales que como verdaderos opuestos no los puedes separar y no encuentras donde termina uno para darle inicio al otro.