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viernes, 3 de febrero de 2012

RESEÑA DEL CÍRCULO LITERARIO DEL IAM

TRES TAZAS DE TÉ



Es un relato periodístico de una historia real. Greg Mortenson es un alpinista estadounidense que pasó su primera infancia en África y regresó a vivir a su país durante la juventud, en donde tuvo dificultades para adaptarse a un sistema de vida desconocido para él.

En 1993, organizó una expedición para escalar el K2, una de las cumbres más altas de Pakistán. A su regreso, exhausto y perdido llegó por casualidad a un pueblo pequeñísimo pueblo en las montañas en donde una familia lo acogió durante varios días hasta que recuperó la fuerza para seguir adelante.

Durante su estancia, conoció las precarias condiciones de la escuela del lugar y decidió dedicar su vida a promover la construcción de escuelas de educación básica en las zonas más pobres de Pakistán y Afganistán.

Actualmente preside una fundación que sostiene más de 170 escuelas y ha dado educación a más de 58,000 alumnos, en su mayoría mujeres.

En 2009, fue uno de los candidatos a recibir el Premio Nobel de la Paz

Autonomía de un espíritu

Un hombre viudo, muerto hace 3 años, su casa está vacía y él la habita. De complexión delgada y 1.82 metros de estatura, 50 año, algunas canas que marcan los pasos de su vida.
Se dedicaba a la medicina, practicaba la oncología, principalmente pediátrica. Él iba al psicólogo por aquello de los pacientes terminales.
Su esposa, muerta 2 años antes que él, le había sido arrebatada por la misma enfermedad que a ellos mantenía. Se lo detectaron en etapa terminal, intentaron todo y 6 meses después ella había pasado a mejor vida.
El psicólogo sirvió, en ese caso, para nada y para lo mismo. La depresión, producida por un sentimiento de incompetencia contra la enfermedad, lo llevó a dejar el consultorio y soltar la bata, transfirió paciente y se encerró en su casa.
Ahí habitó sin recibir visitar ni más ayuda que la de una señora mayor que hacia la cena. Ahí murió y ahí sigue, recriminándose algo que no era culpa suya y nadie podría haber previsto.
Su hija va a la casa seguido, y sabe que él la acompaña ahí, ella tiene diálogos al aire que él escucha sin interrumpir. Ella dijo un día que tenía la solución, una sesión más con el psicólogo y entonces al otro mundo podría ir, ahí a su esposa encontraría y pasarían el resto de los días juntos sin temor a una enfermedad ya que ahí no los podrán alcanzar.

Corazón que se va de nuestro cuerpo de Idalia Z.

Un bosque tupido de árboles altos, su especie no la sé y por su nombre científico ni me pregunten, pero son los árboles más verdes, altos y frondosos que conozco. Un sendero estrecho y chueco cruza a través de este bosque, lo sigo y me lleva a un pequeño claro, muy pequeño de hecho, no más de dos metros cuadrados, con una piedra, totalmente plana de una de sus caras, en el centro.
Asustada y nerviosa por la situación me acerco a la piedra, algo yace en el centro, al fijarme y enfocar bien mi vista descubro que es, rojo, sangrante y abandonado, pero todavía latiendo, aunque débil, veo a mi corazón. No soporto el sentimiento de angustia y desvío la mirada.
Con mis manos recorro mi pecho hasta encontrar el hueco, el vacío que ahora lleva mi cuerpo desde que mi corazón decidió abandonarme. Regreso mi mirada al corazón, estiro mi mano para recuperarlo y regresar a la vida real y dejar este abismo donde no hay ni vida ni muerte, pero cuando voy a tomarlo todo se oscurece y el corazón se empieza a poner duro y a dejar de latir, siento mi pecho oprimido y la asfixia causada por ello.
Retiro mi mano y todo regresa a la normalidad y en este momento he comprendido todo, mi corazón me rechaza, me abandona y prefiere quedarse con esa piedra que lo mantiene latiendo constante, que en mi vida donde fue lastimado, engañado y utilizado tantas veces.
Doy tres pasos atrás y el claro empieza a cerrarse, doy media vuelta y recorro el sendero de regreso, de regreso a la nada donde ahora estoy, ni viva ni muerta, simplemente estoy.