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martes, 20 de septiembre de 2011

Natalie


El sonido de una ficha contra la mesa, un golpe seco. ¡Pum! Se escuchó el eco. El sonido de los dados. El sabor de una pérdida y una victoria. Pérdida. Aún la podía oler, aún la sentía entre sus brazos; parecía que tan sólo había sido ayer cuando se fue. ¿O si había sido ayer? Parecía que había pasado una eternidad sin ella. Disculpe señor, ¿sube la apuesta? Una carcajada. Sí, duplíquela, es más, cuadruplíquela. Claro que si señor, como usted desee. El sonido de la ruleta, el tintineo de unos vasos, un grito de emoción de alguien. ¡Ganó la ronda señor! ¡Ganó la ronda! ¿Disculpe? ¿Se retira o vuelve a apostar? ¿Cuánto gané? Trescientos mil dólares. La sorpresa. Una parte de él quiere retirarse, todo lo que podría hacer con ese dinero. Un viaje, un coche, ropa, una casa. La última vez que la abrazó. ¿Dónde estaba ella ahora? No importaba. Ella dijo que se iba para no volver y él le creía todo. Apuéstelo todo. P-pero señor, ¿si? Es mucho dinero, no es mi deber decirle esto, pero...ya lo sé muchacho. Ya lo sé; apuéstelo todo. Lo que él no sabía es que yo me estaba jugando mis penas y el olvido; a ver si de suerte las perdía entre apuesta y apuesta. El último te quiero se había tornado en humano, en un adiós mudo. Los gritos, los aplausos, los gestos de sorpresa. ¡Ganó! ¡Ganó! ¿Disculpe? ¡El pote es suyo, todo es de usted! Perdone, ¿cuánto era? ¡Un millón, señor! ¡Un millón! ¿Había escuchado bien? Estalló en carcajadas, primero nerviosas, y después de euforia, una carcajada real. Hacía mucho que no se sentía así. Por un momento se le había olvidado todo. Se sintió normal y por hacía días que no se sentía así, rodeado de gente y no en un cuarto abandonado, alejado de todo mundo, solo. Me retiro, se dijo. El sonido ahogado de los aplausos, el regreso del recuerdo. Un paso, su olor. Otro paso, sus abrazos. Otro paso, sus besos. Otro paso, su risa. Ya vislumbraba su calle, aunque se sentía caminar sobre arenas movedizas. Abre la puerta, el peso del dinero sobre sus manos. Todo lo que podría hacer con él, y nada con una cama vacía. La nota: me voy para nunca regresar. Él haría lo mismo. La felicidad no es nada sino se comparte. Un baúl de dinero lleno, y un frasco de pastillas vacío.

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