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martes, 29 de septiembre de 2009

"Crepúsculo" Primera parte Gabriela A.

Vampiros
¿Quién no ha oído hablar de Drácula? La famosa historia creada por el novelista irlandés Bram Stoker en 1897 ha trascendido en forma de películas y como influencia para otros libros como Crepúsculo, hasta nuestros días. Se dice que el origen de Drácula se remonta al siglo XV con las historias del príncipe rumano Vlad Tepes, o Vlad “El Empalador”; este personaje histórico era conocido por su crueldad y por su gusto para torturar y matar por diversión y placer. Además, siendo hijo de Vlad Drácul (que quiere decir “Diablo” en rumano), adquirió su famoso nombre al agregar la terminación ulea (que quiere decir “hijo de” en rumano) al nombre de su padre, dando como resultado el famoso nombre de Drácula que significaría, por tanto, “hijo del Diablo”. Todo lo anterior, terminó por darle a Bram Stoker la idea general de lo que hoy todos conocemos como Drácula o como el estereotipo de vampiro, que el Pequeño Larousse Ilustrado define como “cadáver que, según la superstición popular, sale de su tumba para chupar la sangre de los vivos.”.

Algunas de las características principales que poseía el personaje ficticio de Stoker eran: apariencia y actitud seductora, fuerza sobrehumana, la capacidad de alterar el clima, debilidad causada por la luz solar, repulsión a los crucifijos, necesidad de ingerir sangre humana como única alimentación y la necesidad de dormir sobre tierra traída de su lugar natal dentro de un ataúd.

Por otro lado, Stephenie Meyer escribió Crepúsculo, una novela de amor entre un vampiro y una joven común y corriente. Obviamente, Meyer tuvo que basarse en el personaje de Stoker para crear a Edward Cullen (personaje principal de la novela y vampiro), pero hizo una serie de ajustes al personaje con lo que cambió el estereotipo mundial de un vampiro. Edward no sufría debilidad alguna al ser expuesto a la luz solar, no temía a los crucifijos, no necesitaba dormir en un ataúd y finalmente no necesitaba alimentarse de sangre humana.

Drácula y Edward Cullen poseían, sin embargo, características importantes en común; siendo las principales la fuerza sobrehumana y la capacidad de ejercer una seducción y atracción física enorme sobre otras personas, siendo extremadamente bien parecidos a pesar de sus ojeras y palidez. Parece que una característica esencial de los vampiros sería destacar entre las demás personas por su “superioridad” en cuanto a habilidades, bienes materiales y cualidades físicas.

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