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jueves, 3 de septiembre de 2009

"El cuchillo" de Santiago B.

El cuchillo




Hería a un objeto, no podía identificar qué, pero sí sabía que lo hería, ya que sentía el frío contacto con la materia, ¿inerte?
No quería hacerlo pero yo no soy capaz de controlarme, lo hace un ser; diría superior a mí en tamaño y pensamiento. Simplemente no tengo opción.
El sol se refleja en mí, es mediodía y aquel ser comenzará su rutina diaria.
Me toma y me utiliza para cosas terribles, a veces me siento culpable. Y he llegado a la conclusión que el ser que me fabricó, lo hizo con un mal propósito, ¿Y si no es malo?, ¿Cómo puede ser bueno lastimar?, tal vez él lo sepa, o yo increíblemente estoy haciendo cosas malas, porque en el fondo deseo hacerlas.
Dejé de pensar en esto y me concentré en otras cosas.
Después de un rato pensé: el ser que me obliga a hacer estas cosas terribles, es aún más terrible que las cosas que yo hago, no había nadie que pudiera contestarme ya que mis pensamientos sólo flotaban, no se escuchaban.
Transcurrieron los días y hasta las semanas, seguía haciendo mi terrible y arduo trabajo. Pensé en matarme, no sabía cómo, pero ya no podía soportar más esta agonía, que estoy convencido, es mayor a la agonía que yo causo.
Traté inútilmente hasta que desesperado me dije: cómo si puedo quitarle vida y lastimar a otros objetos, yo no me puedo lastimar. Y justo en ese momento de amargura, oí una voz, no sabía de dónde provenía, mas no era la del misterioso ser, de eso estaba seguro.
Aquella voz me dijo: tú no eres malo, tú ayudas.
Contesté: ¿Cómo puedo ayudar si yo lastimo?
-Tú no causas dolor, causas satisfacción, eres como un amigo o ayudante del gigante ser.
Reflexioné estas palabras pero no le creí, no podía ser cierto lo que decía aquella misteriosa voz. Y fue en ese momento cuando vi la oportunidad de tirarme y acabar este interminable dolor.
Luché conmigo mismo unos instantes hasta que lo decidí: me arrojé al vacío. Sentí el aire mientras caía, un buen momento antes de morir, pero desafortunadamente duró poco, menos de lo que pensaba, si es que lo había hecho.
En la cocina solamente se oyó el caer del cuchillo y cuando éste chocó con el piso, quebrándose en mil pedazos. – El pobre cuchillo nunca supo que lo que hacía lo hacía con un fin benigno- recitó la voz misteriosa.

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