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jueves, 3 de septiembre de 2009

"Del otro lado" de CE

El silencio reinaba sobe las calles abandonadas de una ciudad a orillas del mar, un mar que desprendía olor a sal y olvido. La melancolía del lugar se leía en cada esquina, dónde las personas caminaban sin alma arrastrando sus penas y las pocas palabras que dejaban escapar en un corto susurro que se perdía eventualmente en el viento.

Despertó… Sophie abrió sus grandes ojos aceitunados, pero no entendió dónde se encontraba, se incorporó lentamente llena de asombro mirando a su alrededor en busca de algo familiar en aquel lugar que parecía estar pintado en distintas gamas de grises… El olor del mar rozó su mejilla, dejándose llevar entre su pelo negro, y sólo entonces recordó que ella pertenecía a eso que la llamaba tanto. Miró su vestido blanco que se encontraba cubierto de polvo, como si llevara ahí mucho tiempo. Bajó escalón por escalón con cierta cautela, dejando atrás el porche donde despertó y dispuesta a explorar aquella ciudad que le invocaba rastros de memorias, e imágenes, que sin embargo no tenían ningún sentido para ella. En su camino notó como la gente no se miraba a los ojos, sino que barrían el piso con una mirada severamente clavada en él, sus movimientos eran pesados y lentos, aún no entendía como es que había llegado a semejante lugar, caminó por el mercado, se paseó por callejones, hasta que llegó a un viejo muelle de madera.
Con un gran suspiro comprobó que aquel sentimiento de pequeñez era lo que la llamaba tanto, permaneció ahí, parada frente a la inmensidad de una capa brillante que la llenaba de vida, nunca entendió como es que al mirar su reflejo se visualizo sonriendo, pudo observar como el mar cambio de color con el paso de las horas, y se acompañó de todas las gaviotas que bajaban a comer moviendo sus hermosas alas blancas, intentó buscar el final de aquel mar tan calmado, pero sólo logró ver como su color se desvanecía hasta alcanzar el color del cielo y a pesar de sentirse intimidada por su grandeza, no se sintió sola.

-¡Sophia! ¡Sophia!- Gritó alguien a sus espaldas.
-Sophia, la he buscado por toda Barcelona…- Continuó aquella voz acompañada por el rechinar de la madera con cada paso, Sophie volvió la cabeza para mirar el origen de aquellas palabras, y se encontró frente a un viejo vestido de blanco, con las barbas cortas y un poco más alto que ella.
-¿Ernesto?- Le preguntó sin estar segura de porque conocía su nombre.
-Si niña Sophia, ¿quién esperaba que fuera?- dijo el anciano entre risas.
Sophie sonrió tímidamente lo tomó de la mano.
-Ahora bien, ¡vamos al faro! Hay algo nuevo- Le dijo a la pequeña
-¿Algo más?- le preguntó.
-¡Algo grandioso!- le dijo y juntos iniciaron el trayecto hacia el gran faro azul, de repente recordó todo excepto por el hecho de que hacía en aquel porche y porque es que nadie en aquel lugar sonreía, pero decidió concentrarse en pensar que era aquella sorpresa.
Sophie vivía en aquel faro, su padre era un gran comerciante que después de recorrer todo el mundo en busca de tesoros se quedó a descansar y formar una familia en aquella ciudad que alguna vez alumbró España por toda la energía y alegría que desprendía. Desde entonces viajaba poco y distintos objetos eran llevadas a aquel faro.

Al llegar alcanzar la puerta del faro, Sophie no dudó en entrar, tomó la perrilla de la perta y la torno lentamente, al hacerlo se encontró frente a un gran objeto, casi de su tamaño, de forma circular cubierto por una manta blanca, mil y una ideas pasaron por su mente, pero lo que descubrió estaba mas lejos de cualquier conclusión que podría haber rozado sus pensamientos. Sophie decidió seguir su instinto y quitar la manta lentamente… Era un marco dorado, que rodeaba un brillante espejo convexo, pensó en tocarlo pero algo le decía que mejor esperara una explicación mínima de su origen, o de que exactamente se trataba ese objeto.
- Veo que ya conociste mi nueva adquisición.- Le dijo una voz ronca desde las escaleras.
-¡Papá!- gritó Sophie sin poder contenerse, corriendo hasta las escaleras en busca de su abrazo.
-¿Dónde has estado pequeña?- le preguntó.
-No lo sé, pero dime ¿qué es esto?- preguntó Sophie sin ocultar su asombro ante el nuevo objeto.
-Este es un espejo muy antiguo, con un marco forjado de los metales de las cruzadas, aún no se secreto oculta- le dijo con gestos de complicidad, la pequeña volteó aún más asombrada en busca de algo que le diera una pista o algún rastro para desenmascarar aquel enigma que después de tanto seguía siendo un misterio.

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