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miércoles, 5 de octubre de 2011

Interior por Natalie R.

Dios mío, qué diferente era. Podía ver todo pero a través de ojos verdaderamente diferentes. Jamás imaginé estar en esta méndiga posición. ¡Qué horror! Me sentía enjaulado. ¡Baj! ¡Pero qué decía! ¡Si sí estaba enjaulada! Me arrepentí de alguna vez haber presenciado semejante atrocidad y no haber hecho nada al respecto. Escuché los pases mucho antes de ser capaz de ver tal imagen, era como en una película de terror, me morí de miedo. ¡Clic! ¡Clic! ¡Clic! Sonaron sus dedos golpeando contra el cristal. ¡Pero mira qué bonita eres! Casi me desmayo. Abrió la tapa y sentí una ráfaga de aire fresco. Respiré profundamente. ¡Ay! ¡Pobre de ti! ¿Por qué no me dijiste que no respirabas? ¿Y cómo carajos querías que te lo dijera? pensé. No me tardo me dijo, déjame traerte unas cosillas para que estés más cómoda. No dudo que fuera a traer cosillas si este lugar era diminuto, casi no podía no moverme. Tranquilízate me dije a mí misma. Pensemos me dije mientras volteaba hacia lo que alguna vez fue mi cielo y ver si podía escapar. Aún podía leer la etiqueta del envase, bueno sólo la parte final: font. En el medio de la botella todavía se apreciaba el pegote de la etiqueta que arrancaron vilmente. La tapa blanca estaba cerrada y podías ver diminutos agujeros por los cuales pasaba el aire. Suspiré, pero qué calor hacía. El fondo del envase no era plano, por lo que mis pies quedaban desnivelados y me cansaba más rápido parada que sentada. Por lo menos podía ver a través de ella, mi prisión en el mundo real. La botella era corrugada de los lados. Valía la pena el intento. Nadie por aquí, nadie por allá y esta personilla se les va a escapar. Y así comencé a trepar.

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