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viernes, 3 de febrero de 2012

Corazón que se va de nuestro cuerpo de Idalia Z.

Un bosque tupido de árboles altos, su especie no la sé y por su nombre científico ni me pregunten, pero son los árboles más verdes, altos y frondosos que conozco. Un sendero estrecho y chueco cruza a través de este bosque, lo sigo y me lleva a un pequeño claro, muy pequeño de hecho, no más de dos metros cuadrados, con una piedra, totalmente plana de una de sus caras, en el centro.
Asustada y nerviosa por la situación me acerco a la piedra, algo yace en el centro, al fijarme y enfocar bien mi vista descubro que es, rojo, sangrante y abandonado, pero todavía latiendo, aunque débil, veo a mi corazón. No soporto el sentimiento de angustia y desvío la mirada.
Con mis manos recorro mi pecho hasta encontrar el hueco, el vacío que ahora lleva mi cuerpo desde que mi corazón decidió abandonarme. Regreso mi mirada al corazón, estiro mi mano para recuperarlo y regresar a la vida real y dejar este abismo donde no hay ni vida ni muerte, pero cuando voy a tomarlo todo se oscurece y el corazón se empieza a poner duro y a dejar de latir, siento mi pecho oprimido y la asfixia causada por ello.
Retiro mi mano y todo regresa a la normalidad y en este momento he comprendido todo, mi corazón me rechaza, me abandona y prefiere quedarse con esa piedra que lo mantiene latiendo constante, que en mi vida donde fue lastimado, engañado y utilizado tantas veces.
Doy tres pasos atrás y el claro empieza a cerrarse, doy media vuelta y recorro el sendero de regreso, de regreso a la nada donde ahora estoy, ni viva ni muerta, simplemente estoy.

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