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viernes, 9 de septiembre de 2011

La vida de una burbuja

“Corta vida”
En una mañana soleada, cerca de la costa de un mar michoacano, quiso nacer una burbuja. Dio indicios de su acontecer, o mejor dicho, de su surgir, con unos temblores sublimes y espontáneos, en el fondo arenoso de una zona cuya periferia se delimitaba por coloridos corales amorfos, en medio del agua azul. Bien situado, el lugar elegido, a una profundidad conveniente, no lejos de la llana superficie por la que sólo se divisaba un pescador.
Tomó fuerza del subterráneo, acumulando energías de la materia inerte que se había acomodado perezosamente. Como abriéndose paso entre cada grano de arena, a desconsiderados empujones, salió disparado el cuerpo acuoso contenedor de un vacío pequeño en tamaño y redondo como una bola de billar .luego disminuyó su velocidad, porque a pesar de ser divertido su impulso magistral, era consciente –ella- de no tener dibujada ninguna línea indicadora de larga vida, como las palmas de los ancianos.
Así vagó un rato a través de la leve corriente marina, feliz por haber nacido y por existir. Bailaba alegremente ya cerca del final del trecho entre fondo y superficie, expectante por cómo se iba a sentir, si dolería, si qué, cuando un pez globo decidió (por puro instinto animal y no por voluntad inmoral) pasar exactamente por el mismo sitio donde la burbuja se encontraba en ese preciso instante, y sin verla, con un mínimo contacto, hasta sutil, la sorprendió centímetros antes de descubrir el final.

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