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martes, 29 de octubre de 2013

A lo mejor es demasiado tarde para todo esto. Pero no puedo evitar pensar que a lo mejor, muy dentro de ti, y con la ayuda de mucha suerte logres perdonarme. Decirte que no fue mi intención y que todo esto fue producto de un error estaría de más, porque tanto yo como tú, sabemos que estaría mintiendo y no nos llevaría a nada. Antes de comenzar esta carta, si así se le puede llamar, tenía tantas cosas que decirte. Las repasaba todas una y otra vez. Mientras iba a la escuela, mientras iba a mis clases. Quise ignorarlo pero supongo que tu recuerdo empezó a tener un peso diferente cuando me di cuenta que eras lo primerito en mi cabeza al despertar y lo último antes de dormir. Te llevaba conmigo a todos lados. Sé que sabes que me dio miedo. ¡Te juro que lo intenté! A lo mejor me faltó dar un poquito más aquí que allá, pero te juro que siempre quise lo mejor para ti. A lo mejor bajo mis términos. Me embargó el miedo de pensar que cuando voltearas hacia atrás yo no fuera más que un recuerdo olvidado en un baúl vacío. Y es por eso que antes caminábamos bajo el mismo cielo, y ahora son tan diferentes. Lo siento muchísimo. No sé en qué palabras ponerlo. No sé de cuántas maneras decirlo. No te ato a mi corazón, o más bien, dejo de hacerlo en este momento para que puedas volar alto y escojas lo que es mejor para ti. Me enseñaste que sobran las palabras cuando se tratan de explicar los sentimientos que se encuentran dentro de nuestro corazón, y es por eso que no espero una respuesta de tu parte pues bajo mis términos no merezco nada más que el silencio. Jamás dudes que te quise. A lo mejor a mi manera. La manera que no te gustó, la manera que odiaste. Ojalá que encuentres a alguien más que te quiera. Y esta vez, asegúrate de que sea a tu manera. Bajo tus términos. Bajo tus requerimientos, que aunque lo niegues, sé que los tienes. Pues yo encajé en ellos como un mal molde. Y aunque te lo dije muchas veces, no quisiste escucharme o simplemente no lo creíste pertinente. Fue de los dos lados, eso sí que jamás se te olvide. A lo mejor tú me querías mucho y sentías que a mí no me importaba nada. Pero la que acabó perdiendo fui yo. Nadie más que yo. Porque cuando tú te fuiste y me dejaste, la que se quedó a recoger los pedazos de todo esto fue otra. Cada loco con su tema.
Te deseo lo mejor y tanta felicidad como la que siempre te deseé. Pero esta vez Alejo sí que se acabó. Nada de cuentos de princesas, sino de realidad. Caminamos por líneas paralelas y ya no doblaré mi vida ni mi ser para que converjamos. Al acabar esta carta, nos acabamos nosotros. Ya nos consumimos. Adiós. Adiós. Adiós.








La tomé entre mis manos y sonreí. Tan perfecta, tan hermosa. Era la esencia pura de Talyah. Su sonrisa. Representaba el momento perfecto en el que nos encontrábamos: una felicidad embriagante. Fue justo el día que decidimos estar juntos, una promesa eterna. ¿Salí bien? preguntó. Siempre, le dije y la besé. Ven, te llevo a tu casa. Manejé feliz por las calles de Siena, feliz de tenerla a mi lado. Paramos en su casa y le entregué la foto. Es un regalo le dije. Dámela, dijo mientras me la arrebataba suavemente de la mano. Agarró una pluma y garabateó sobre la superficie. Leía "Para que nunca se te olvide" ¿Ésta noche? pregunté. Todo, me dijo. El ahora y que te amo. La besé mientras guardaba la fotografía. Qué distante se veía todo aquello. El departamento ahora era de los dos o más bien lo habíamos compartido por dos años. La casa que alguna vez me recibió calurosa ahora no era más que la vívida imagen de un recuerdo. Sin ropa. Deshecho. Un desastre. Se había llevado todo. Su clóset estaba vacío. El escritorio estaba intacto de los cajones, pero su superficie era un desastre. La tele no estaba. Los libros yacían tirados por toda la habitación. Un gesto de apuro para ella, un gesto de tristeza para mí. Un gesto de indecisión por su parte. Un gesto de dolor para mí. Faltaban muchas cosas pero una más importante que todas: ella. No había caso en negarlo. Sí me estaba pasando a mí. Caminé abatido por el departamento, caminando entre los escombros, con la cabeza cabizbaja. La lámpara yacía rota. El álbum de fotos vacío, todo regado por doquier. Moví mi mano entre ellas y ahí es cuando la vi. La foto. El recuerdo. La realidad. Me quedé observándola sobre la superficie. Toda pisoteada y sucia. Su sonrisa. ¿Qué había cambiado? Leí: "Para que nunca se te olvide." ¿Todo? pregunté. Todo, me respondió ella. Todo. ¿Qué te fuiste de mi vida? Que me hiciste alejar. Jamás lo olvidaré. Guardé la fotografía en mi saco.

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